Familia Razon de Vida

4 características de un amor verdadero

Amor, en latín viene del prefijo “a” que significa “sin” y “Mors” que significa “muerte”; por lo tanto es la expresión más humana que nos dice que en el verdadero amor, no existe la muerte, porque el amor va más allá de ti y de mí, es algo que nos trasciende en tiempo y espacio, es algo que permanece aun cuando la persona amada ya se haya ido, es como ese combustible que nos da energía para seguir adelante, en el amor nos vinculamos con la persona que amamos, nos dirigimos hacia el/ella y es en los vínculos donde sale lo mejor y muchas veces lo peor de nosotros. En fin, el amor permite superarnos a nosotros mismos, sin amor, no somos nada.

El amor verdadero en las relaciones de pareja tiene 3 componentes fundamentales: libertad, crecimiento y responsabilidad, si uno falta, a las parejas les cuesta relacionarse de manera más auténtica y genuina y entonces surgen otras formas que nuestra sociedad les llama “amor” y que nos venden, pero que no lo son. Déjame explicarte entonces cuales son las 4 características de un amor verdadero y te darás cuenta en que en ellas están presentes la libertad, el crecimiento y la responsabilidad.

Primero empezaré por la humildad, y es que, qué difícil es vincularse con alguien que siempre parece que está un peldaño arriba de nosotros, de alguien que siempre nos ve de arriba hacia abajo, de alguien que debe ser adulado(a) en todo momento porque solo el/ella existe y los demás son meros objetos a su servicio. La humildad nos permite acercarnos, porque primeramente nos hace más personas ya que planta nuestros pies sobre la tierra, haciéndonos saber que necesitamos la ayuda de alguien más, que no lo sabemos todo, que no lo podemos todo y que no podemos estar en todos lados. Nos permite reconocer nuestros errores, pedir perdón por ellos y crecer si logramos sacarle aprendizaje a eso que nos pasó.

La segunda característica tiene que ver con aceptar que somos diferentes; no se puede amar a alguien que nos pide ser una extensión de el/ella, a alguien que no nos deja ser, a alguien que necesitamos tanto que, si nos separamos de el/ella, sentimos morirnos. Sucede que preferimos amar lo conocido, aun cuando ello implique que mi pareja sea mi esclavo(a). Pensamos que, si el otro cambia, quizás ya no me ame como yo creo necesitarlo(a) o que yo no podré amarlo(a) porque no sabré como hacerlo. Reconocer que el otro(a) siente, piensa diferente a nosotros nos da pavor y por ello queremos que sea igual a nosotros, pero que error más grave, porque eso significara amar a alguien que no puede ser y perdernos la oportunidad de descubrir una “joya” preciosa escondida en aquella persona que amo.

La tercera característica es saber que en el amor somos vulnerables, el verdadero amor implica la entrega y dar a alguien lo que somos nos desnuda, hace que la otra persona nos vea tal cual somos, con nuestras “luces y sombras”. El verdadero amor es gratuito, se da tal cual con lo que somos y cuando no lo existe, solemos vernos más a nuestro “ombligo” y nos somos capaces de ver a la persona que amamos. Si intentamos ser perfectos o hacer perfecta (o más bien a nuestro modo) a nuestra pareja terminamos perdiéndonos y perdiendo a la persona amada, porque simplemente dejamos de ser quienes estamos llamados a ser desde lo más auténtico de nosotros.

Por último, se requiere valentía para el cambio, pero el cambio de nosotros mismos cuando entendemos que algo en nosotros nos ha alejado de quien amamos; por ejemplo, entender que mi timidez me cierra ante el diálogo con mi esposo(a), que si siempre yo quiero ser el/la que debe recibir todas las “glorias”, me vuelvo intolerante y entonces “soy yo el/la que siempre debe importar”, que mis chantajes algún día cansaran lo suficiente a mi pareja como para que el/ella siga conmigo.

Así que, con humildad, sabiéndome diferente y desde mi vulnerabilidad, la llamada es a armarme de valor para ser una mejor versión de mí mismo(a), porque cuando yo me descuido, descuido a quien amo.

“Amar al otro es decirle: mientras yo viva, tu no morirás” y es que siendo más yo mismo(a), tengo más vida y estoy más cerca de amar más auténticamente.

Así lo decía el filósofo francés Gabriel Marcel.

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